Señor aún del Sábado

Prediqué este sermón pequeño en la Iglesia Anglicana "Cristo Redentor" en Arequipa, Perú el 19 de Julio 2007 para la Oración Vespertina. El texto para el sermón fue tomado de la segunda lección para el servicio, que se puede encontrar en San Marcos 2:23-3:6. Aunque no es precisamente lo que fue predicado extemporáneamente, es el manuscrito preparado para la prédica y capta el sentido de lo que intenté comunicar. ¡Que Dios les cuide mucho a todos ustedes mediante su Hijo nuestro Salvador Jesucristo!


En el nombre Dios: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Amén.


Cuando nosotros pensamos en la vida y ministerio de nuestro Señor Jesucristo, ¿cuál era la cosa que más fastidiaba a sus contemporáneos? Pues, decía él muchas cosas durante aquellos tres años, pero cuando examinamos los hechos y obras de Jesús que les escandalizaban a los líderes de los judíos, uno de los más irritantes para ellos fue como trataba Jesús al sábado, el día de reposo. Los fariseos en particular consideraban sus tradiciones humanas como en un nivel igual con los mandatos de Dios. Pero, no sólo fue eso. Había muchas personas, hasta los líderes religiosos, que no seguían las leyes impuestas por los fariseos, pero a la vez no buscaban destruirlas o asesinarlas por eso. Al fondo, tras cada ocurrencia de una falta supuesta en cuanto del sábado por parte de Jesús había una muestra de autoridad implícita en lo que haría. Pero en el pasaje del Evangelio según San Marcos que hemos leído esta noche, esta raíz, usualmente implícita, aquí está explícito. Usando una técnica literaria hebraica muy común, llamada un inclusio, el Evangelista pone la idea principal que quiere comunicarnos entre dos historias que tocan al mismo tema, para poner énfasis en lo que está entre ellos. Entre una historia de los discípulos de Jesús comiendo granas en el sábado, y una historia de Jesús sanando a un hombre en el sábado, se muestra que Jesús decía continuamente que "el Hijo del Hombre es Señor incluso del sábado." Entonces, esta noche quisiera enfocarme aquí un poquito en ver plenamente ¿qué significa esta frase? y ¿qué nos importa para nosotros?

Entonces, primero, ¿qué quiere decir que el Hijo del Hombre es Señor incluso del sábado? ¿Sólo quiere decir que Jesús es Señor no solamente de los días domingo a viernes, sino también del día sábado? ¡Claro que no! Justo antes de decir esto, Jesús mismo nos refiere a la creación: para ver para que fue creado el sábado en primer lugar. Pero, primero, vemos en los Diez Mandamientos que el Señor dice que les dio el sábado, el día de reposo a todos los hombres porque Dios mismo había laborado por seis días y al séptimo día descansó (Éxodo 20:11). Creado en la imagen de Dios para ser análogo a su Creador, este día de reposo representaba para Adán el estado perfecto que le esperaba a él después de su período de probación. Es decir, si Adán hubiera obedecido perfectamente a Dios, después de esta labor habría entrado en un estado de bendición perfecta e indestructible y lo habría dado a su descendencia por siempre. El sábado no fue sólo para el bienestar del cuerpo y mente humano sino para recordarle de lo que le esperaba: su perfección y gloria, un reposo como Dios tuvo después de sus labores. Así que, el hombre no fue creado para el sábado, sino el sábado para el hombre, y al fin el Hombre habría sido Señor de ese descanso dado a él como premio por sus labores.

Pero ya sabemos que cayó en pecado Adán, y que la creación fue puesta bajo la maldición en vez de la bendición. Pero según la promesa de Dios, una semiente de la mujer vendría para restaurar esta creación y entrar en ese descanso sabático que le había esperado en el principio y para darlo a su pueblo. Así que, por el mandamiento de Dios, el pueblo de Dios seguía observando y celebrando ese séptimo día como un día de reposo, en la firme esperanza y confianza que vendría un Salvador para ganar para sí ese descanso y bendición prometida a Adán, y para brindarselos a su pueblo. El sería el segundo Adán, el Hijo del Hombre, que sería Señor del Sábado.

Y había personas que representaba antemano este Hijo del Hombre. En un gran drama demostrando las condiciones entre Dios y Adán, Dios le puso al pueblo de Israel en una tierra tan linda como huerto, y después de su tiempo en el desierto entró en su descanso como pueblo. Jesús mismo les refiere a los fariseos al ejemplo de David, que representaba de una manera este Hijo de Hombre que había de venir, y que él mismo podía comer el Pan de la Presencia reservado sólo para los sacerdotes. Pero Israel fue quitado de su tierra, y los hijos de David se empeoraron al punto de que su línea fue rechazada indefinidamente. Y todavía no venía aquel Hijo del Hombre para ganar el descanso de Dios para su pueblo. Pero seguía esperando, y guardando el día de reposo como signo de lo que todavía había de venir.


Pero al fin vino Jesús. Este hijo de Adán, simiente de David, y hombre perfecto le obedeció a Dios perfectamente, cumpliendo toda su voluntad, y recibió el premio y bendición de Dios después de sus labores cuando le resucitó y le subió al cielo. Jesús, el último Adán, recibió lo que Adán habría recibido si hubiera obedecido, ¡y ahora tiene autoridad para dar a su pueblo este reposo! El, como Hijo del Hombre, ha llegado a ser Señor del sábado porque el mismo ha ganado ese derecho, por su vida santa, su muerte dolorosa, y su resurrección poderosa. Los fariseos que le cuestionaban y le acusaban se daban cuenta que él estaba tomando para sí ese título, esa autoridad, y ese derecho. ¡Se pusieron como un niño en su cumpleaños que se queja del sabor de la torta que ha recibido! En la primera historia esta noche, declara que tiene la autoridad por derecho, y en la segunda demuestra que sí los tiene. El es el Hijo del Hombre que nos brinda el sábado eterno.

Entonces, ¿qué nos importa a nosotros este pasaje, el conocimiento que Jesús es el Hijo del Hombre que, como Señor del sábado, nos dará nuestro descanso y bendición eternos? En la Carta a los Hebreos, capítulo cuatro, su autor nos escribe que "queda un sabático para el pueblo de Dios," a lo cual tenemos la esperanza de entrar. Y con palabras de amenaza dice, "Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. Porque a nosotros, lo mismo que a ellos [es decir, a Israel en el desierto], se nos ha anunciado la buena noticia; pero el mensaje que escucharon no les sirvió de nada, porque no se unieron en la fe a los que habían prestado atención a ese mensaje. En tal reposo entramos los que somos creyentes, conforme Dios ha dicho: «Así que, en mi enojo, hice este juramento: ‘Jamás entrarán en mi reposo.’»" (Hebreos 4:1-3) Para nosotros, entonces, en primer lugar, hay que cuidarnos, hermanos. Tal como Israel en el desierto, nosotros pecadores tenemos la tendencia de ponernos duros de corazón, y nuestro Señor Jesucristo, como dice en el pasaje que nos tocó hoy día, lamenta mucho la dureza de corazón, y también se enoja. En su ira justa, aquellos que no creen en la Palabra de Dios serán juzgados por esa Palabra viva y activa, y no entrarán jamás en el descanso del Señor. Hermanos, cuidémonos de este camino de no creer y recibir lo que Dios nos dice acerca de Jesucristo nuestro descanso y Señor del Sábado. Pero en segundo lugar, a la vez, tengamos firme la esperanza de entrar en el reposo del Señor a través de la fe en nuestro Sumo Sacerdote perfecto que ha entrado en su descanso y en lo que ha cumplido perfectamente para nosotros. "Fijemos nuestra mirada Cristo, el Iniciador y Perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios," (Hebreos 12:2). Porque queda para nosotros, todos los que creemos, ese mismo gozo y ese mismo descanso que Adán perdió pero que Jesús ganó para darnos a nosotros. Y por lo tanto, en tercer lugar, hay que seguir adelante en reunirnos fielmente en el día del Señor, porque en ese día cuando venimos para adorar el Señor del Sábado, para escuchar a su voz a través de su Palabra, y para recibirlo a través de sus Sacramentos, gustamos antemano aquella fiesta y aquel descanso que nos esperan a través de su Espíritu Santo obrando por estos medios de su gracia. Así participaremos de ese descanso cada semana en la gran compañía de todos nuestros hermanos en Cristo así como el nos ha ordenado.

Y a este bendito Hijo del Hombre, el último Adán, por el cual nos llegó el perdón de los pecados y la vida eterna, junto con el Padre y el Espíritu Santo sean gloria, honor, poder, y dominio, ahora y por siempre. Amén.

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