Me gloriaré en mi Redentor

¡Hola mis queridos amigos! He estado escuchando a música cristiana muy buena recién, y quise compartirles la letra de una canción buenaza que he encontrado .... espero que les guste :-D ¡Bendiciones a todos!


Me gloriaré en mi Redentor
Cuya sangre preciosa me ha redimido
Mío fue el pecado que impulsó los clavos amargos
Y le colgó en aquel madero de juicio
Me gloriaré en mi Redentor
Quien aplastó el poder del pecado y la muerte
Mi único Salvador delate del Santo Juez
El Cordero que es mi justicia
El Cordero que es mi justicia

Me gloriaré en mi Redentor
Mi vida él compró, de mi amor es dueño
Ni tengo anhelos por otro
Me satisfago en él solo
Me gloriaré en mi Redentor
En su fidelidad me mantengo
Aunque los enemigos sean fuertes y me envuelvan
Mis pies están firmes, mantenidos por su gracia
Mis pies están firmes, mantenidos por su gracia

Me gloriaré en mi Redentor
Quien me lleva por alas del águila
Corona mi vida con misericordia
Su canción de triunfo siempre cantaré
Me gloriaré en mi Redentor
Quien me espera en las puertas doradas
Y cuando me llame, será paraíso
Mirar por siempre su rostro
Mirar por siempre su rostro
Mirar por siempre su rostro

Somos su propia posesión

Hoy día escuché esta canción, y me ha gustado mucho ... sacada del libro de 1 Pedro. Espero que les guste tanto como a mí!!

Piedras vivas, piedras vivas
Somos santas piedras vivas
Edificadas en el fundamento firme
Que es Jesús
Y mientras nos pegamos a aquella Roca
Que se hizo Piedra de tropiezo
Recordamos que somos piedras vivas

He aquí, en Sión está puesta
Una piedra del ángulo escogida, preciosa
Y el que creyere en él
Nunca conocerá la vergüenza
Que él llevó en la cruz cuando parecía
Que todo fuese perdido
El es la Piedra que les hace tropezar
Y la Roca que les hace caer

Piedras vivas, piedras vivas
Somos santas piedras vivas
Edificadas en el fundamento firme
Que es Jesús
Y mientras nos pegamos a aquella Roca
Que se hizo Piedra de tropiezo
Recordamos que somos piedras vivas

Por la Palabra de su boca
Somos hechos una sola casa santa
Aunque vivamos como extranjeros dispersos
Tenemos hogar, estamos libres
Somos una sola familia, un solo rebaño,
Un solo Obispo de nuestras almas
Nos dice que somos su propia posesión
Nosotros somos piedras vivas

Piedras vivas, piedras vivas
Somos santas piedras vivas
Edificadas en el fundamento firme
Que es Jesús
Y mientras nos pegamos a aquella Roca
Que se hizo Piedra de tropiezo
Recordamos que somos piedras vivas

-- Michael Card, "Living Stones", de su CD A Fragile Stone

Señor aún del Sábado

Prediqué este sermón pequeño en la Iglesia Anglicana "Cristo Redentor" en Arequipa, Perú el 19 de Julio 2007 para la Oración Vespertina. El texto para el sermón fue tomado de la segunda lección para el servicio, que se puede encontrar en San Marcos 2:23-3:6. Aunque no es precisamente lo que fue predicado extemporáneamente, es el manuscrito preparado para la prédica y capta el sentido de lo que intenté comunicar. ¡Que Dios les cuide mucho a todos ustedes mediante su Hijo nuestro Salvador Jesucristo!


En el nombre Dios: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Amén.


Cuando nosotros pensamos en la vida y ministerio de nuestro Señor Jesucristo, ¿cuál era la cosa que más fastidiaba a sus contemporáneos? Pues, decía él muchas cosas durante aquellos tres años, pero cuando examinamos los hechos y obras de Jesús que les escandalizaban a los líderes de los judíos, uno de los más irritantes para ellos fue como trataba Jesús al sábado, el día de reposo. Los fariseos en particular consideraban sus tradiciones humanas como en un nivel igual con los mandatos de Dios. Pero, no sólo fue eso. Había muchas personas, hasta los líderes religiosos, que no seguían las leyes impuestas por los fariseos, pero a la vez no buscaban destruirlas o asesinarlas por eso. Al fondo, tras cada ocurrencia de una falta supuesta en cuanto del sábado por parte de Jesús había una muestra de autoridad implícita en lo que haría. Pero en el pasaje del Evangelio según San Marcos que hemos leído esta noche, esta raíz, usualmente implícita, aquí está explícito. Usando una técnica literaria hebraica muy común, llamada un inclusio, el Evangelista pone la idea principal que quiere comunicarnos entre dos historias que tocan al mismo tema, para poner énfasis en lo que está entre ellos. Entre una historia de los discípulos de Jesús comiendo granas en el sábado, y una historia de Jesús sanando a un hombre en el sábado, se muestra que Jesús decía continuamente que "el Hijo del Hombre es Señor incluso del sábado." Entonces, esta noche quisiera enfocarme aquí un poquito en ver plenamente ¿qué significa esta frase? y ¿qué nos importa para nosotros?

Entonces, primero, ¿qué quiere decir que el Hijo del Hombre es Señor incluso del sábado? ¿Sólo quiere decir que Jesús es Señor no solamente de los días domingo a viernes, sino también del día sábado? ¡Claro que no! Justo antes de decir esto, Jesús mismo nos refiere a la creación: para ver para que fue creado el sábado en primer lugar. Pero, primero, vemos en los Diez Mandamientos que el Señor dice que les dio el sábado, el día de reposo a todos los hombres porque Dios mismo había laborado por seis días y al séptimo día descansó (Éxodo 20:11). Creado en la imagen de Dios para ser análogo a su Creador, este día de reposo representaba para Adán el estado perfecto que le esperaba a él después de su período de probación. Es decir, si Adán hubiera obedecido perfectamente a Dios, después de esta labor habría entrado en un estado de bendición perfecta e indestructible y lo habría dado a su descendencia por siempre. El sábado no fue sólo para el bienestar del cuerpo y mente humano sino para recordarle de lo que le esperaba: su perfección y gloria, un reposo como Dios tuvo después de sus labores. Así que, el hombre no fue creado para el sábado, sino el sábado para el hombre, y al fin el Hombre habría sido Señor de ese descanso dado a él como premio por sus labores.

Pero ya sabemos que cayó en pecado Adán, y que la creación fue puesta bajo la maldición en vez de la bendición. Pero según la promesa de Dios, una semiente de la mujer vendría para restaurar esta creación y entrar en ese descanso sabático que le había esperado en el principio y para darlo a su pueblo. Así que, por el mandamiento de Dios, el pueblo de Dios seguía observando y celebrando ese séptimo día como un día de reposo, en la firme esperanza y confianza que vendría un Salvador para ganar para sí ese descanso y bendición prometida a Adán, y para brindarselos a su pueblo. El sería el segundo Adán, el Hijo del Hombre, que sería Señor del Sábado.

Y había personas que representaba antemano este Hijo del Hombre. En un gran drama demostrando las condiciones entre Dios y Adán, Dios le puso al pueblo de Israel en una tierra tan linda como huerto, y después de su tiempo en el desierto entró en su descanso como pueblo. Jesús mismo les refiere a los fariseos al ejemplo de David, que representaba de una manera este Hijo de Hombre que había de venir, y que él mismo podía comer el Pan de la Presencia reservado sólo para los sacerdotes. Pero Israel fue quitado de su tierra, y los hijos de David se empeoraron al punto de que su línea fue rechazada indefinidamente. Y todavía no venía aquel Hijo del Hombre para ganar el descanso de Dios para su pueblo. Pero seguía esperando, y guardando el día de reposo como signo de lo que todavía había de venir.


Pero al fin vino Jesús. Este hijo de Adán, simiente de David, y hombre perfecto le obedeció a Dios perfectamente, cumpliendo toda su voluntad, y recibió el premio y bendición de Dios después de sus labores cuando le resucitó y le subió al cielo. Jesús, el último Adán, recibió lo que Adán habría recibido si hubiera obedecido, ¡y ahora tiene autoridad para dar a su pueblo este reposo! El, como Hijo del Hombre, ha llegado a ser Señor del sábado porque el mismo ha ganado ese derecho, por su vida santa, su muerte dolorosa, y su resurrección poderosa. Los fariseos que le cuestionaban y le acusaban se daban cuenta que él estaba tomando para sí ese título, esa autoridad, y ese derecho. ¡Se pusieron como un niño en su cumpleaños que se queja del sabor de la torta que ha recibido! En la primera historia esta noche, declara que tiene la autoridad por derecho, y en la segunda demuestra que sí los tiene. El es el Hijo del Hombre que nos brinda el sábado eterno.

Entonces, ¿qué nos importa a nosotros este pasaje, el conocimiento que Jesús es el Hijo del Hombre que, como Señor del sábado, nos dará nuestro descanso y bendición eternos? En la Carta a los Hebreos, capítulo cuatro, su autor nos escribe que "queda un sabático para el pueblo de Dios," a lo cual tenemos la esperanza de entrar. Y con palabras de amenaza dice, "Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. Porque a nosotros, lo mismo que a ellos [es decir, a Israel en el desierto], se nos ha anunciado la buena noticia; pero el mensaje que escucharon no les sirvió de nada, porque no se unieron en la fe a los que habían prestado atención a ese mensaje. En tal reposo entramos los que somos creyentes, conforme Dios ha dicho: «Así que, en mi enojo, hice este juramento: ‘Jamás entrarán en mi reposo.’»" (Hebreos 4:1-3) Para nosotros, entonces, en primer lugar, hay que cuidarnos, hermanos. Tal como Israel en el desierto, nosotros pecadores tenemos la tendencia de ponernos duros de corazón, y nuestro Señor Jesucristo, como dice en el pasaje que nos tocó hoy día, lamenta mucho la dureza de corazón, y también se enoja. En su ira justa, aquellos que no creen en la Palabra de Dios serán juzgados por esa Palabra viva y activa, y no entrarán jamás en el descanso del Señor. Hermanos, cuidémonos de este camino de no creer y recibir lo que Dios nos dice acerca de Jesucristo nuestro descanso y Señor del Sábado. Pero en segundo lugar, a la vez, tengamos firme la esperanza de entrar en el reposo del Señor a través de la fe en nuestro Sumo Sacerdote perfecto que ha entrado en su descanso y en lo que ha cumplido perfectamente para nosotros. "Fijemos nuestra mirada Cristo, el Iniciador y Perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios," (Hebreos 12:2). Porque queda para nosotros, todos los que creemos, ese mismo gozo y ese mismo descanso que Adán perdió pero que Jesús ganó para darnos a nosotros. Y por lo tanto, en tercer lugar, hay que seguir adelante en reunirnos fielmente en el día del Señor, porque en ese día cuando venimos para adorar el Señor del Sábado, para escuchar a su voz a través de su Palabra, y para recibirlo a través de sus Sacramentos, gustamos antemano aquella fiesta y aquel descanso que nos esperan a través de su Espíritu Santo obrando por estos medios de su gracia. Así participaremos de ese descanso cada semana en la gran compañía de todos nuestros hermanos en Cristo así como el nos ha ordenado.

Y a este bendito Hijo del Hombre, el último Adán, por el cual nos llegó el perdón de los pecados y la vida eterna, junto con el Padre y el Espíritu Santo sean gloria, honor, poder, y dominio, ahora y por siempre. Amén.

El Ministerio Digno y el Ministro Más Digno

Prediqué este sermón pequeño en la Iglesia Anglicana "Cristo Redentor" en Arequipa, Perú el 10 de Julio 2007 para la Oración Vespertina. El texto para el sermón fue tomado de la primera lección para el servicio, que se puede encontrar en 1 Samuel 15:24-35. Aunque no es precisamente lo que fue predicado extemporáneamente, es el manuscrito preparado para la prédica y capta el sentido de lo que intenté comunicar. ¡Que Dios les cuide mucho a todos ustedes mediante su Hijo nuestro Salvador Jesucristo!

En el nombre de Dios: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Amén.

La mayoría de nosotros presentes esta noche somos ministros de Dios o nos estamos preparando para ser ministros de Dios. Y me imagino que a veces todos nos ponemos a pensar en si nuestros ministerios son adecuados, si glorifican a Dios, si realmente llegan al Pueblo de Dios, si estamos ministrando debidamente en el nombre del Señor. Pero también, me doy cuenta que a veces vamos ministrando en la Iglesia sin pensar en lo que realmente exige Dios de sus ministros para que realmente le sirvan a su Pueblo delante de él. Sin embargo, en esta primera lectura tomada esta noche de 1 Samuel no nos deja la opción de ponernos indiferentes a estas preguntas, porque nos pone bien claro lo que tiene que hacer el ministro verdadero de Dios: Dios demanda de sus ministros la obediencia perfecta para poder ministrar en su nombre a su Pueblo dignamente y efectivamente. Por lo tanto, en este tiempo corto examinaremos la condenación del ministerio del Rey Saúl, pero también veremos la esperanza dada a los que somos llamados a ministrar en el nombre del Señor.

Examinemos entonces el ministerio pecaminoso de Saúl. Ambos Saúl y Samuel dicen precisamente en que falló el ministerio de Saúl. Primero, Saúl quebrantó el mandato de Dios. Podríamos decirnos quizá que fueron pocos mandatos que quebrantó, pero la verdad es que Dios es un Dios celoso, y no deja que un ministro añade ni quita ni una sola letra de lo que exige (Deuteronomio 12:32). Segundo, Saúl rechazó la Palabra del Señor. Saúl indica que sólo es palabra de Samuel, pero Samuel le responde fuertemente que la palabra que ha rechazado es del Señor. Dios requiere que el que ministra en el nombre del Señor escuche, reciba, y cumpla toda su Palabra como Palabra del Señor. Tercero, Saúl temía al pueblo, a sus soldados: en pocas palabras, a los que son sólo hombres, y los temía más que a Dios. Un ministro verdadero de Dios siempre tiene por más importancia el temor de Dios, y no al hombre creado por Dios, tal como dice el Señor en Jeremías, “¡Maldito el hombre que confía en el hombre!” (Jeremías 17:5) La raíz al fondo de esta falta del ministerio de Saúl es faltar de cumplir con la Palabra de Dios en su totalidad, y este Dios celoso arrancó su ministerio de él, para dar a otro.

En vista de todo esto, mi reacción, y quizás la de ustedes, es decir con Isaías, “¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros,” (Isaías 6:5) o con San Pablo, “¿Quién es competente?” (2 Corintios 2:16) De verdad, ¿quién es digno de ministrar a su Pueblo en presencia de Dios? Si nos quedáramos aquí, ¡nadie entre nosotros podría acercarse para ministrar al Pueblo de Dios en su nombre! Pero en medio de esta condenación por el Dios de Juicio, tenemos una luz de esperanza.

Porque dice el Señor a través de Samuel, que dará el ministerio que tenía Saúl a otro, literalmente a un prójimo suyo, más digno que él. Mientras es condenación a Saúl, a la vez hay la esperanza de un ministro delante de Dios que pueda cumplir con los mandatos de Dios, restaurar el culto malogrado de Dios, y vencer a sus enemigos brindando paz al Pueblo de Dios. Aunque todavía no se ha relevado en la narración quién será este Ministro, sabemos que indica al Rey David, el ungido del Señor. Pero, quizás me preguntarán, ¿No fue pecador David? Claro que sí, más bien desobedeció gravemente contra Dios en hacer censo de Israel, en cometer adulterio con Betsabé, y en asesinar a Urías su esposo. Pero en su gracia Dios había hecho un pacto con David, y le prometió que uno de sus descendientes sería hijo suyo, que este descendente ministraría en el nombre del Señor, reinaría en el trono David, para siempre.

Y sabemos que en el cumplimiento del tiempo, este Hijo de David nació y fue ungido por el Espíritu Santo para este oficio, cumplió todo lo que le exigía Dios, y ministró perfectamente a todos, incluso a los pobres, a los menospreciados, a los enfermos, y a los quebrantados de corazón. El fue el prójimo nuestro más digno que nosotros; sin embargo, siendo el ministro perfecto, él tomó nuestros ministerios pecaminosos y fallados como suyos y los clavó con toda su debida condenación consigo mismo a la cruz. El mismo fue rechazado por Dios por causa de nuestros ministerios desobedientes, y por lo tanto se le arrancó la vida misma. Pero gracias a Dios, su Padre le resucitó de entre los muertos, vindicando su ministerio perfecto, y le subió al cielo a su diestra, para ministrar a su Pueblo desde ahí como nuestro Gran Rey, Sumo Sacerdote, y Profeta. El es el buen pastor de las ovejas, y el obispo no sólo de su pueblo aquí en la tierra sino también de nosotros ministros suyos (1 Pedro 2:25), en cuyo nombre nos envía aún siendo pecadores, para proclamar su sesión celestial y ser sus embajadores (2 Corintios 5:20).

¿Qué provecho de este pasaje tan asombroso podemos sacar los que ministramos o esperamos ministrar en el nombre del Señor? Pues, en primer lugar, hay que escuchar la amenaza fuerte del Señor en cuanto de escuchar, creer, y obedecer la Palabra de Dios. Como ministros, toda nuestra autoridad y poder viene de Jesucristo a través de su Palabra, y el hecho de no someternos a su Palabra es la destrucción del ministerio que él nos da. Como ministros de Jesucristo, debemos hacer todo lo que la Palabra de Dios nos dice; sin obediencia, nos arriesgamos ser arrancados del ministerio en lo cual Dios nos ha puesto. En segundo lugar, hay que cuidarnos a nosotros mismos en cada área de nuestra vida: no podemos decir que un pecado escondido en un área de nuestra vida no afecte al ministerio a lo cual Dios mismo nos ha llamado. Somos llamados, como cristianos ser santos como Dios es santo, y aún más como representantes de Cristo para su Pueblo. Pero, en tercer lugar, hay que depender en la obra de Cristo para el ministerio que nos da, y cuando pecamos, o erramos, o faltamos a lo que Dios nos mande hacer, nos queda este Abogado para con el Padre (1 Juan 2:1), nuestro Pastor y Obispo Jesucristo más digno que nosotros. De él y en él y por él viene el ministerio por lo cual hemos sido llamados y ungidos (Romanos 11:36). Entonces, siempre hay que acercarnos a él a través de la oración, confiando en su misericordia, y confiando que él obrará por medio de nosotros y, a veces, a pesar de nosotros, para el cuidado de su rebaño y la gloria de su nombre.

Y a este Hijo de David y Salvador nuestro, Jesucristo el Justo, sea toda honra y gloria en el mundo y en su iglesia, ahora y siempre. Amén.

Habiéndolo visto

Pero aquí y ahora el Verbo implícito en el Principio y en el Fin ya explícito es hecho en lo Inmediato, y lo que hasta ahora sólo podíamos temer pasivamente como el incomprensible YO SOY, aquí en adelante podemos amar activamente con comprensión que TU ERES. Por lo tanto, habiéndolo visto, no en una visión profética de lo que pudiese ser, sino con los ojos de nuestra propia debilidad de lo que realmente es, nos atrevemos a decir que sí hemos visto nuestra salvación.

-- W. H. Auden

Entretanto que tenemos la luz

Viendo, pues que (como el Profeta David testifica) todos los que se extravían y apartan de los mandamientos de Dios, son malditos; volvámonos a nuestro Dios con toda contrición y humildad de corazón, acordándonos del terrible y amargo juicio que nos amenaza; llorando y lamentando nuestra vida pecaminosa, conociendo y confesando nuestras ofensas, y procurando rendir dignos frutos de arrepentimiento.

Porque ahora está puesta el hacha a la raíz de los árboles, de modo que todo árbol que no produce buen fruto, será cortado y echado en el fuego. Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo: él hará llover sobre los pecadores lazos, fuego, y azufre, tormenta y tempestad; ésta será la porción que habrán de beber. Porque he aquí el Señor sale de su lugar, para visitar la maldad de los moradores de la tierra. ¿Más quién podrá sufrir el día de su venida? ¿Quién será poderoso para subsistir cuando el se mostrará? El tiene su aventador en su mano, y purgará su era, y allegará su trigo en el alfolí: mas quemará la paja, con fuego inextinguible. El día del Señor viene como ladrón en la noche; y cuando se dirá: Paz, y todo está seguro, entonces vendrá destrucción repentina sobre ellos, como los dolores vienen sobre mujer preñada, y ellos no escaparán. Entonces aparecerá la ira de Dios en el día de la venganza, la cual los pecadores obstinados atesoran para sí por la dureza de su corazón, con que desprecian la bondad, paciencia, y longanimidad de Dios, que continuamente los llama a arrepentimiento.

Entonces me invocarán, (dice el Señor,) mas yo no oiré; ellos me buscarán de mañana, y no me hallarán; porque ellos aborrecieron el conocimiento, y no recibieron el temor del Señor, mas aborrecieron mi consejo, y despreciaron mi corrección. Entonces será demasiado tarde para llamar, cuando la puerta esté cerrada; y demasiado tarde para gritar por misericordia, cuando sea tiempo de justicia. ¡Oh voz terrible de justísimo juicio, la que será pronunciada contra ellos: Id, malditos, al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles!

Por tanto, hermanos, guardémonos mientras tenemos tiempo, entretanto que dura el día de salud; porque la noche viene, cuando nadie puede obrar. Más nosotros, entretanto que tenemos luz, creamos en la luz, y caminemos como hijos de la luz; para que no seamos echados a las tinieblas exteriores, donde hay llanto y crujimiento de dientes. No abusemos de la bondad de Dios, que nos llama misericordiosamente a enmienda, y por su piedad infinita nos promete remisión de lo pasado, si con corazón sincero nos tornamos a él.

Porque, aunque nuestros pecados sean como la grana, serán hechos blancos como la nieve; y aunque sean semejantes a la púrpura, con todo eso serán hechos blancos como la lana. Convertíos (dice el Señor) de toda vuestra maldad, y vuestro pecado no será vuestra destrucción: Echad de vosotros toda vuestra impiedad, que habéis hecho; Haceos corazones nuevos, y nuevo espíritu: ¿Por qué queréis morir, oh vosotros, casa de Israel, viendo que no tengo gusto en la muerte del que muere, dice el Señor Dios? Convertíos, pues, y viviréis. Aunque hemos pecado, tenemos un Abogado con el Padre, Jesucristo el justo; y él es la propiciación por nuestros pecados. Porque él fue llagado por nuestros ofensas, y herido por nuestras maldad.

Convirtámonos por tanto a él, que es recibidor misericordioso de todos los pecadores que verdaderamente se arrepienten; estando seguros de que él está pronto a recibirnos, y muy inclinado a perdonarnos, si venimos a él con verdadero arrepentimiento; si nos sometemos a él, y de aquí adelante andamos en sus caminos; si tomamos su yugo ligero y carga leve sobre nosotros, para seguirle en humildad, paciencia, y caridad, y ser guiados por la dirección de su Santo Espíritu; buscando siempre su gloria, y sirviéndole debidamente en nuestra vocación con acción de gracias. Si esto hiciéremos, Cristo nos librará de la maldición de la ley, y de la extrema maldición que caerá sobre los que estén a la mano izquierda; y nos pondrá a su mano derecha, y nos dará la misericordiosa bendición de su Padre, mandándonos tomar posesión de su reino glorioso: Al cual él se digne llevarnos a todos, por su misericordia infinita. Amen.

Amigo

Que difícil es verte sufrir
Eras mas que un hermano para mí
Todos los momentos que contigo viví
Todas esas veces que me hacías reír
Hoy las guardo como un tesoro en mi corazón
Pues tu amistad no tiene precio
Vale tanto, tanto, tanto
Que jamás podré olvidar

Amigo cuando necesites una mano
Cuando extrañes a un buen hermano
Ahí estaré para consolarte
Amigo si caes te restauraré
Si tropiezas te levantaré
Como Jesús hizo conmigo
Amigo no me importa lo que pasó
Lo que tienes que saber
Es que te amo

Es tan difícil decirte adiós
Pues siempre has marcado mi corazón
De tantos recuerdos que no olvidaré
Esta amistad que siempre soñé
Hoy puedo ver que eres un regalo de Dios
Quiero que sepas que te admiro
Y te aprecio tanto tanto
Como la arena al mar

Amigo cuando necesites una mano
Cuando extrañes a un buen hermano
Ahí estaré para consolarte
Amigo si caes te restauraré
Si tropiezas te levantaré
Como Jesús hizo conmigo
Amigo no me importa lo que pasó
Lo que tienes que saber
Es que te amo

Ahora permanece la fe, la esperanza, y el amor
Pero el mayor de ellos
Es el amor

Amigo cuando necesites una mano
Cuando extrañes a un buen hermano
Ahí estaré para consolarte
Amigo si caes te restauraré
Si tropiezas te levantaré
Como Jesús hizo conmigo
Amigo no me importa lo que pasó
Lo que tienes que saber
Es que te amo


Sí, mi amigo
Siempre estaré contigo

-- Letra por Juan Carlos Alvarado

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